domingo, 3 de octubre de 2010

Viendo "Jericho" en las noches de Teherán



En abril de 2010 viajamos a Irán. Queríamos, durante unas breves vacaciones, visitar Shiraz, Persépolis, Isfahán y Teherán. Quizá, en un futuro post, escriba algo sobre el viaje en su conjunto, pleno de encuentros memorables con la cultura persa. De cualquier manera, baste decir, por ahora, que nos trajimos, sin pensarlo demasiado y casi por no dejar, los discos compactos de una serie de televisión que estábamos comenzando a ver: “Jericho”. La idea era mirar algún capítulo, en la pantalla del laptop, antes de dormir en el hotel, luego del ajetreo de los intensos recorridos del día.
Cualquier que la haya visto, aunque sea brevemente, sabe que “Jericho” no es ninguna obra de arte. Es el clásico producto de la industria del entretenimiento norteamericana. Tampoco fue una serie muy exitosa: tan sólo estuvo dos temporadas al aire, entre el 2006 y el 2008. Sin embargo algunos de sus contenidos me llamaban la atención, en tanto síntomas de la cultura norteamericana post 11 de septiembre y los fantasmas generados, a escala global, por la “guerra infinita” contra el terrorismo.
Situada dentro de la tradición de las llamadas narrativas “post-apocalípticas”, “Jericho” cuenta la historia, situada en un futuro cercano, de los habitantes de un pequeño pueblo homónimo, ubicado en Kansas, luego de un vasto ataque terrorista, con armas nucleares, contra 23 de las grandes ciudades de los Estados Unidos. Muchos de los temas del “survivalism” norteamericano aparecen representados en la serie, junto con la clásica defensa del estilo de vida de los pequeños pueblos y las infaltables “teorías conspirativas” sobre las fuerzas que organizaron el atentado. Hacia el final de la serie descubrimos que el estallido de los artefactos nucleares no fue producto de un plan terrorista elaborado por elementos foráneos. Se trató de una “operación de bandera falsa”, diseñada por factores de la extrema derecha norteamericana, para tomar el poder e implantar un régimen militarista.
Resulta evidente que “Jericho” juega con creencias bastante difundidas en torno al origen de los atentados del 11 de septiembre. En todo caso y más allá de lo anterior, hay un dato que me pareció estremecedor cuando vimos la serie en Teherán. Como en toda “false flag operation” hace falta un chivo expiatorio, en el caso de “Jericho”, los atentados con armas nucleares son atribuidos, inicialmente, a los gobiernos de Irán y de Corea del Norte. No recuerdo exactamente en cuál, pero, en alguno de los capítulos más importantes de la serie, se dice, casi de manera casual, que ambos países fueron borrados del mapa durante la represalia nuclear de los EEUU.
El azar, el destino o, quizá, el eternamente horrorizado “ángel de la historia”, no lo se, nos puso en la inquietante situación de ver “Jericho” en las noches de Teherán.









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