sábado, 25 de septiembre de 2010

UN GRUPO DE TEJEDORAS DE ALFOMBRAS PERSAS Y UNO DE LOS GOLPES MÁS DUROS QUE HA RECIBIDO LA CIA EN TODA SU HISTORIA.

El relato verídico que se presenta en estas páginas condensa, en términos casi míticos, el carácter del pueblo persa cuando éste se encuentra ante la necesidad de defender su identidad y su soberanía nacional. Si este relato, perteneciente a la historia reciente de Irán, no ha sido incorporado, todavía, al ámbito de la verdadera poesía épica, aquella que es hecha por las masas, más temprano que tarde lo será.
Recordemos el contexto Habían transcurrido nueve meses desde el triunfo de la revolución islámica en Irán. Se trató, hay que recordarlo siempre, de la única revolución del siglo XX que no estuvo inspirada en las ideas de la Ilustración o en el paradigma de la revolución francesa. Desde mucho antes de la caída del Shah se había articulado una teología política islámica que estremecería al mundo, golpeando la soberbia de los más poderosos. De esa teología política surgió la revolución islámica en Irán, una revolución que, a partir de sus raíces en el pensamiento chiita contemporáneo, desde Ali Shariati hasta el Imán Jomeini, nunca ha dejado de enfatizar la lucha contra la opresión y las injusticias de este mundo como valores fundamentales del ser humano. Al tratarse de una revolución contra la modernización capitalista, la cual había tratado de imponer, de manera violenta, el Shah, los revolucionarios iraníes intentaban, entre otras cosas, articular una “nueva espiritualidad política”, como dijera Michael Foucault al escribir la crónica de uno de sus viajes al Irán insurgente de fines de 1978.
Otro aspecto que no puede olvidarse: la revolución islámica que triunfó en 1979 fue, en un sentido superlativo, una revolución hecha por el pueblo, por enormes masas de pueblo. Se trató de un pueblo casi desarmado, el cual, en noviembre de 1979, venía de enfrentarse al tercer ejército más poderoso del planeta, financiado y adiestrado por Estados Unidos e Israel. Para sorpresa de todos los analistas militares occidentales, ese pueblo que enarbolaba el Corán, como su arma más importante, destruyó a la tercera máquina de guerra del mundo.
Es en ese noviembre de 1979 cuando ocurre el hecho que trajo como consecuencia el relato que quiero referir en estas páginas. En Teherán la noticia de que los EEUU habían dado asilo a Reza Pahlevi, alegando “razones humanitarias”, corrió como reguero de pólvora. Ninguna figura política era tan odiada por los iraníes como la del ex Shah, emblema vivo de toda la corrupción y la violencia contra la cual se habían rebelado llevándolos a optar, abrumadoramente, por crear una república islámica. El recuerdo de todas las brutales masacres ordenadas por Pahlevi y los espantosos crímenes de la SAVAK, su antigua policía política, eran una herida demasiado reciente en la memoria colectiva. Se extendió rápidamente, como ya dijimos, la noticia del asilo otorgado a Pahlevi y un grupo de estudiantes revolucionarios decidió realizar una protesta frente la embajada de los EEUU en Teherán. Con la radicalización de la protesta y la subsecuente toma de esa sede diplomática, se iniciaba una crisis política internacional que se prolongaría por 444 días y que, entre muchas otras cosas, ayudaría a destruir las ambiciones de reelección presidencial de Jimmy Carter.
Mientras la masa de estudiantes revolucionarios entraba en los espacios de la embajada, el personal de la estación local de la CIA se dedicaba a destruir sus vastos archivos, utilizando las típicas máquinas picadoras de papel que se pueden encontrar en casi cualquier oficina. .En aquella época la estación de la CIA ubicada en dicha embajada funcionaba como una base regional de ese servicio de inteligencia, conteniendo sus archivos una enorme cantidad de documentos de sus actividades en una gran cantidad de países alrededor del mundo, entre ellos la Unión Soviética, Turquía, Pakistán, Arabia Saudita, Iraq y Afganistán, aparte de hallarse una no menor cantidad de documentos sobre las relaciones de la CIA con el MOSSAD.
Antes de que los estudiantes iraníes tomaran el control de los espacios donde funcionaba la base de la CIA, la mayor parte de esos archivos había pasado por las máquinas picadoras de papel. Sólo quedaban pequeñas tiras o fragmentos de casi todos los registros de aquella enorme cantidad de información de inteligencia. Sin embargo, en este caso, los agentes de la CIA no contaron con una de las armas secretas más importantes de los iraníes: su ancestral cultura nacional, particularmente la destreza de sus artesanos. Los revolucionarios persas asignaron la tarea de juntar todos los fragmentos y reconstruir aquellos documentos a unas 250 mujeres, expertas tejedoras de alfombras persas quienes, aparte de su extrema habilidad manual, tenían consigo una enorme capacidad de reconocer patrones y, por supuesto, un gran fervor en la defensa de Irán.
El esfuerzo de reconstrucción de los archivos tomó dos años de trabajo meticuloso y continuo. Al concluir ese trabajo y hasta 1988, el gobierno iraní publicó 60 volúmenes contentivos de los secretos de la CIA en el Medio Oriente y en el resto del mundo, exponiendo sus formas de operación, sus recursos, nombres y datos de sus agentes, entre muchas otras informaciones claves.
Edward Jay Epstein, un reconocido especialista en temas de la inteligencia norteamericana, autor de varios libros y muy conocido por su estrecha colaboración con el célebre jefe de contrainteligencia de la CIA James Jesús Angleton, ha afirmado que la reconstrucción de los archivos de Teherán ha sido  la más grande pérdida de información secreta que haya sufrido, hasta ahora, cualquier servicio de inteligencia de las grandes potencias desde la II Guerra Mundial.
Uno no puede hacer otra cosa sino imaginar la ardiente paciencia de esas tejedoras de alfombras persas, su fina meticulosidad, su terco empeño en reconstruir el rompecabezas que constituían los fragmentos de papel dejados por un enemigo desesperado por ocultar sus secretos más preciados.
No sé si existe un monumento a esas mujeres de Irán pero debería haberlo. Ellas sintetizan toda la determinación del pueblo persa que sabrá, usando todas las herramientas de su rico ingenio, acabar, de una vez y para siempre, con sus enemigos si estos cometen la estupidez de invadir o de atacar a la República Islámica de Irán.
Para los interesados dos referencias bibliográficas, provenientes de dos fuentes hostiles a Irán, pero que recogen, a su pesar, esta extraordinaria historia de la resistencia antiimperialista:
2)    Bergman, Ronen: The Secret War with Iran: The 30-Year Clandestine Struggle Against the World's Most Dangerous Terrorist Power. Free Press, 2008.



1 comentario:

  1. !Que maravillosa historia !, sobre todo el poder de las mujeres en sus saberes ancestrales, su paciencia y convicción . Me gustaria conocer el contenido de sus tejidos ja, ja. Te aseguro que tejieron una alfombra de resistencia inigualable en la historia .
    Abrazos,
    Jessie B.-

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