Al
comienzo del primer tomo de sus excepcionales memorias (el titulado “Vida
perdida”) Ernesto Cardenal evoca su época de novicio, hacia finales de los años
50, en el monasterio de Getsemaní, Kentucky. Allí se produjo su encuentro con Thomas Merton el
cual resultaría de enorme importancia tanto para la poesía como para la teología
de la liberación latinoamericana.
Puesto
que la orden Trapense impone votos de silencio, la directiva del monasterio le
asignó un instructor a Cardenal para que practicase, durante una hora a la
semana, el idioma inglés. Cardenal rememora, con afecto, a ese instructor que
no era monje sino “oblato”, alguien que lleva vida monástica sin tomar los
votos. En este caso se trataba del “Hermano Matthew” quien ya tenía, para ese
entonces, unos diez años en Getsemaní.
A
través de la remembranza de Cardenal nos enteramos de que el “Hermano Matthew”
era un famoso escritor de guiones cinematográficos de Hollywood, visitado, en
el monasterio, por actrices famosas, amigo íntimo de Ernest Hemingway, Maurice
Chevalier y Henry Fonda. En una de las conversaciones
con el poeta nicaragüense, “Matthew” le confiesa lo que, probablemente, fue la causa
principal de su ruptura con “el mundo”, su adopción de la vida monacal: el 6 de
agosto de 1945 él había sido parte de la tripulación del “Enola Gay” durante el
lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima.
“Matthew”
había sido designado cronista oficial de esa criminal acción, por parte del
gobierno norteamericano, a partir de su vasta trayectoria como escritor de
Hollywood. “Matthew”, prosigue Cardenal, le mostró su relato de esa fecha trágica,
junto con testimonios gráficos del traumático evento.
El
poeta nicaragüense nunca nos dice el nombre autentico de este “oblato” testigo
del primer estallido del hongo nuclear. Sin embargo nos da una pista sobre su
identidad, nos dice que, como guionista, fue el autor de la popular serie cinematográfica
“The Thin Man” producida, con enorme éxito, entre 1934 y 1947.
Haciendo una
simple búsqueda en internet encontramos que se trataba del norteamericano Albert Hackett (1900-1995) quien, junto con
su esposa Frances Goodrich, escribió no solamente la ya citada serie,
sino algunos de los más grandes éxitos de Hollywood entre las décadas de los
30, 40 y 50. Hackett y Goodrich,
por ejemplo, hicieron la adaptación de “El diario de Anna Frank” (1959). Su adaptación
teatral de esta misma obra ya les había dado un Premio Pulitzer en 1956.
En
todo caso y más allá del dato de su verdadera identidad, no cabe duda de que el
testimonio del “Hermano Matthew” sobre el horror del bombardeo atómico de Japón
tuvo un profundo impacto tanto en Thomas Merton como Ernesto Cardenal. El nicaragüense
escribiría uno de sus más célebres poemas sobre el tema: “Apocalipsis” (1965). Mientras
que Merton no sólo escribiría importantes textos, tanto poéticos como ensayísticos,
sobre la guerra nuclear sino que se convertiría, desde finales de los 50 hasta
su muerte en 1968, en uno de los críticos más importantes e influyentes de la
carrera nuclear durante la Guerra Fría, condenando, de manera enérgica, uno de
sus aspectos más brutales: la doctrina norteamericana del “ataque nuclear
preventivo” contra la URSS.